Ingenuidad ¿divino tesoro?
- Admin
- 10 nov 2017
- 2 Min. de lectura

Saliendo de la adolescencia su mente escupió dos simples palabras: Estúpida ingenuidad. Durante su infancia los cuentos de príncipes rescatando a damiselas en apuros y cientos de telenovelas que emitían el mismo mensaje
de un final feliz, invadían sus sueños con la esperanza de que ella tuviera el suyo. Por mucho tiempo convivió con la idea de que con aquel muchacho del liceo escribían un tonto cuento similar, claro que ninguna de las famosas historias cuenta que pasó después que los personajes se besan y aceptan el futuro.
¿Qué sucedió con la Cenicienta? ¿Realmente el príncipe aceptó sin reclamos el pasado desgraciado y sin fortunas de la ex sirvienta? Y ¿si solamente se querían superficialmente y no gozaban de comunicación? ¿Qué hubiera sucedido si le fallaba el hada madrina y el príncipe la conocía tal cual? ¿El rescatista y Blancanieves? ¿Él alguna vez se arrepintió de salvarle la vida con aquel único beso? ¿Y si luego Blancanieves descubre que besa mal? Qué no tienen química, o no hay piel en la cama. ¿Dónde se encuentra la realidad en las páginas de los cuentos que nos leen de pequeños? A algunos nos cuesta muchos años comprender que es en vano esperarlo en la vida real, que son creados debido a la ausencia de esa imagen platónica del amor. Seguramente no fuera la única del sexo femenino con deseos de demandar a Disney.
¿Solemos añorar lo que no tenemos sólo por qué sentimos que no lo vamos a volver a tener? ¿o es el temor a que la vida pase y que aquello que nos hacía realmente bien no lo volvamos a sentir debido a que no hay reemplazo que lo consiga?
Es eso. Ninguno de los reemplazos que ha tenido logró hacerla sentir ni la mitad de feliz que aquel pasional e ingenuo primer amor.
Y ¿si no se trata de reemplazos? ¿Y si solamente tenemos que aceptar que lo que fue ya paso y que no hay dos amores iguales?
Ya sabía todo aquello, la cuestión era que no encontraba una buena compañía, no encontraba alguien que la quisiera como ya la habían querido o incluso más y lo más alarmante era que tampoco llegaba a querer de tal modo. ¿Cuál era la moraleja entonces? Blancanieves prefiere lo perverso.
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